Los visigodos constituían una de las dos ramas en que se había dividido, con anterioridad a dichas oleadas migratorias o invasoras, el pueblo godo. Éste, a la sazón, formaba parte de los germanos ósticos o del este, y su procedencia originaria eran los territorios escandinavos y el mundo báltico. Desde allí, inició una lenta migración hacia el mar Negro y la región del Danubio, donde ya fue conocido por los romanos. Continuó su avance hasta las tierras situadas entre los Cárpatos, el Don y el Vístula, donde se obró la división de la que surgieron los visigodos, ya en el s. III d.C. Los visigodos fundaron entonces, posiblemente, un primer estado, que trabó por primera vez contacto directo con Roma. Un contacto con una triple vertiente: comercial, con el habitual intercambio de bienes y productos entre romanos y germanos; militar, por la penetración de los visigodos en el ejército romano; y religioso, materializado en las predicaciones del eclesiástico Ulfilas (h. 311-h. 382), quien logró la conversión de los visigodos al arrianismo, una de las primeras herejías del cristianismo.
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