Durante la Edad Media surgieron en distintas poblaciones españolas las llamadas “hermandades”, organizaciones que se ocupaban, con la ayuda de las milicias populares de villas y ciudades, de mantener el orden y perseguir a los delincuentes. El monarca Enrique II de Castilla (1369-1379) legalizó en 1370 estas viejas hermandades, pero la reina Isabel las unificó, a iniciativa tanto del contador Alfonso Quintanilla como de Juan de Ortega, vicario general de Villafranca, en una nueva organización, denominada Santa Hermandad, sancionada en las Cortes de Madrigal de las Altas Torres (provincia de Ávila) de 1476.
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