Con arreglo a los principios de la yihad (‘guerra santa’) islámica, los paganos que no se convierten al islam deben ser exterminados, exceptuando a los “Pueblos del Libro” (judíos y cristianos), que deben ser tolerados con algunas limitaciones, considerándoseles como dhimmi (‘protegidos’). Desde el punto de vista político, los conquistadores árabes no podían hacer otra cosa, pues su número era insignificante en relación con la masa de la población hispanorromana que conservó largo tiempo su religión. Aunque desde el principio hubo muchas conversiones, sinceras o interesadas, se estima que, hasta la segunda mitad del s. X, el número de conversos al islam no empezó a superar al de los que permanecieron fieles al cristianismo. Éstos recibieron el nombre de “mozárabes”, término que aparece por primera vez en el fuero que Alfonso VI el Bravo (1065-1109) concedió a los de Toledo, es decir, en fecha tardía.
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