Las ruinas de Nínive

Introducción

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Mientras en los ricos valles mesopotámicos los asirios someten a su autoridad a todos los pueblos y fundan, con el terror y la potencia de sus armas, uno de los más grandes imperios nunca vistos, en las mesetas orientales nuevas fuerzas se preparan a entrar en liza: los arios de la meseta del Irán —medos al norte y persas al sur—, divididos en tribus de pastores nómadas y de agricultores sedentarios. Llegados de las estepas de la Rusia meridional, estos hombres rudos se adaptaron sin gran dificultad a las ingratas condiciones de vida de la meseta irania. Allí, en un grandioso cuadro de montañas cubiertas de nieve —el Elburz y el Demavend—, que cierran a lo lejos el horizonte de la estepa, reina la aridez. Bajo un cielo de una pureza impecable, los hombres sufren el hielo invernal y el ardor del sol del estío. Además, cataclismos geológicos y terremotos destruyen periódicamente las frágiles realizaciones humanas.

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