Nacido en el seno de una familia acomodada y con inquietudes intelectuales y artísticas, no tardó en revelar una gran sensibilidad para el dibujo. A los trece años de edad quedó sordo debido a una meningitis. En esos años era alumno de dibujo de Joan Llaverias —también lo fue de Néstor Martín Fernández de la Torre—, quien aconsejó al padre que dejara desarrollar al máximo el potencial artístico de su hijo. En 1906, padre e hijo viajaron a París y luego a Bélgica con la esperanza de curar la sordera del muchacho.
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