Su padre, de ascendencia italiana, fue pintor profesional. Cuando contaba cuatro años de edad le regalaron un pequeño acordeón que le sirvió para aficionarse a la música. Tras iniciarse en los rudimentos del solfeo en los colegios sevillanos del Santo Ángel y de San Román, pasó a estudiar piano con Enrique Rodríguez, su primer maestro, y después armonía y contrapunto con Evaristo García Torres, maestro de capilla de la catedral de Sevilla. A los quince años de edad formó un pequeño grupo instrumental con el que dio sus primeros pasos como compositor; así mismo, tuvo la oportunidad de ensayar con los pianos de los Piazza (familia de músicos y fabricantes de pianos afincada en Sevilla). Fue precisamente en la sala Piazza donde, en marzo de 1897, Turina ofreció su primera interpretación pública con la Fantasía sobre el Moisés de Rossini del compositor y virtuoso del piano S. Thalberg. Justo un año después volvió a presentarse en la misma sala con la Fantasía n.° 11 de Liszt, otra pieza de bravura con la que volvió a admirar a la crítica local.
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