Aunque de vocación muy temprana por el cante, en concreto por la copla aflamencada —su seudónimo artístico proviene del gran cantaor Rafael Farina—, su extracción humilde le obligó a desempeñar diversos trabajos —en particular el de taxista— antes de poder dedicarse a la canción. Comenzó presentándose a todo tipo de concursos radiofónicos y certámenes de cante, y a actuar en fiestas de pueblo, mientras ahorraba el dinero que le permitía grabar sus primeras canciones, que él mismo se encargaba de promocionar y vender en el mercado del Rastro madrileño.
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