Comunidad Autónoma de las Islas Baleares

Situada al O. del Mar Mediterráneo y al E. de la Península Ibérica. Localizada entre los paralelos 38° 40’ 27” y 40° 05’ 17” latitud N. y los meridianos I° 17’ 23” y 4° 23’ 46” longitud E. (Greenwich). 5.014 km2. 1.187.808 h. (2019), 237.94 h/ km2.

Islas Baleares
Comunidad autónoma
Bandera de Comunidad Autónoma de las Islas Baleares
Bandera
Fotografía de Comunidad Autónoma de las Islas Baleares

Puerto de Sóller en la costa NO. de la isla de Mallorca.
 
Situación de Comunidad Autónoma de las Islas Baleares
Idioma oficial español y catalán
Entidad
Comunidad autónoma
Subdivisiones 67 municipios
6 partidos judiciales
Superficie
 • Total
Puesto 17º
4992 km²  (1,0 %)
Población
 • Total
 • Densidad
Puesto 14º
1.187.808 hab. (2019)  (2,3 %)
237.94 hab/km²
Gentilicio balear
baleárico, -a
ISO 3166-2 ES-IB (autonómico)
ES-PM (provincial)
Estatuto de Autonomía de las Islas Baleares 1 de marzo de 1983
Fiesta oficial Día de las Islas Baleares
Sitio web oficial

Geografía

Forma dos subconjuntos: uno que incluye las islas de Mallorca (dividida en las comarcas de Tramuntana, El Raiguer, El Pía, Levante y Migjorn) y Menorca y los islotes de Cabrera y Dragonera, y otro sit. al O. y formado por las antiguas islas Pitiusas, denominación que agrupa a las islas de Ibiza y Formentera y los islotes adyacentes a las mismas. La isla de Mallorca (3.640 km2), la mayor del archipiélago balear, ocupa el 75% de la extensión global insular. Le siguen en tamaño las islas de Menorca (702 km2) e Ibiza (541 km2). Las dos islas menores, Formentera y Cabrera, poseen 82 y 15 km2, respectivamente.

Flora tipo mediterráneo rastrero. Suelo pedregoso y seco. Sabina (Juniperus Phoenicea) en Formentera.

El resto de la superficie insular está ocupada por más de 150 islotes de diferentes categorías y tamaños como Ahorcados, Aire, Aucanada, Bledes, Bosque, Botafoch, Conejera, Es Vedrá, Espalmador, Espardell, Espartell, Pinto, Pou, Rey, Tagomago, Sa Margalida y Santa Eulalia. Las Islas Baleares constituyen una comunidad autónoma desde la aprobación en las Cortes de su estatuto de autonomía (1983), cuya organización administrativa y legislativa es gestionada por el Govern Autónom de les lles Balears y el Parlament de les Ules. Con esta nueva situación se recuperó la organización territorial a través de los Cornells Insulars de las distintas islas, existiendo en la actualidad los correspondientes a las islas de Mallorca, Menorca y Pitiusas (Ibiza y Formentera). La comunidad consta de seis partidos judiciales (Ciutade-lla, Ibiza, Inca, Mahón, Manacor y Palma de Mallorca). Las Islas Baleares han experimentado desde 1950 un importante crecimiento económico ligado a su progresiva especialización turística, aspecto que implica varios problemas relacionados con la dependencia monográfica de la economía insular a un solo sector económico (el turístico) y sus fluctuaciones temporales, el consumo de espacio para urbanización y el despilfarro de los recursos naturales, entre los que destaca el problema de los límites del recurso del agua. El relieve presenta una estructura variada. Mientras Menorca y Formentera son islas llanas, Ibiza y Mallorca contienen relieves articulados en zonas montañosas.

Las Baleares constituyen un enclave del promontorio balear cuya emersión data del plegamiento alpino, fase esférica. Pueden dividirse en dos grupos: por una parte las islas de Mallorca, Cabrera, Ibiza y Formentera que son eminentemente calcáreas, presentando sus rocas proporciones elevadas de calizas en forma de margas, dolomías de terrenos posteriores a la era Primaria, y por otra la isla de Menorca que es la más original desde el punto de vista geolitológico, ya que presenta los materiales más antiguos de Baleares y está constituida por materiales del Paleozoico y Mesozoico. La isla de Mallorca es la que presenta una morfología más variada, cuya articulación puede realizarse siguiendo tres grandes unidades geomórficas definidas por la sierra de Tramuntana o Norte, las sierras de Llevant o Levante y el Pía o Llano Central. La sierra de Tramuntana se extiende paralela a la costa N. desde la isla de Dragonera hasta Cap de Formentor con una extensión de unos 90 km de largo y una anchura que fluctúa entre los 10 y los 20 km. Su orientación es de SO. a NE. y alcanza en su zona central las máximas alturas entre las que destacan el Puig Major (1.445 m), Puig de Massanella (1.349 m), Puig Tomir (1.103 m) y Puig de l’Ofre (1.091 m). Presenta pendientes suaves en su vertiente meridional mientras que en la parte septentrional cae bruscamente sobre el mar dando lugar a importantes acantilados. Las sierras de Llevant se extienden a lo largo de la costa SE. de la isla, entre Arta y Santanyí, tratándose de un conjunto formado por colinas de pendientes suaves y de escasa altitud que no sobrepasan los 500 m de alt. La tercera unidad geomorfológica está representada por el Pía o Llano Central que se extiende entre las dos unidades posteriores.

Playa de Sa Calobra.

Básicamente corresponde a una depresión de la que emergen pequeñas colinas de forma ondulada que en general no superan los 300 m de alt. La isla de Menorca presenta una forma más compacta con forma rectangular orientada longitudinalmente de NO. a SE. Se articula en dos unidades geomorfológicas que son las de Tramuntana y Migjorn, separadas por una línea recta que une el puerto de Mahón con Cala Morell (Ciutadella). La primera se caracteriza por relieves alomados de tipo senil y la segunda por relieves tabulares. Ibiza presenta relieves más moderados con dos zonas montañosas: una en el SO., en la que destaca la sierra Grossa (415 m), y la segunda en el NO., con el Puig Fornás (410 m). La isla de Formentera, de forma irregular, aparece articulada en tres áreas: el bloque O. formado por una zona llana, el bloque E. con el bloque tabular de Sa Mola (192 m de alt.) y el itsmo que une los dos bloques anteriores formado por una barra arenosa franqueada por las playas de Tramuntana y Migjorn.

Baleares 29289898.jpg
Mallorca 35876695.jpg Flag of Mallorca.svg Mallorca
Mapa satelital de Isla Menorca.jpg Bandera de Menorca.svg Menorca
Archipiélago de Cabrera.jpg Flag of Mallorca.svg Cabrera
Ibiza 2013.jpg Ibiza flag.svg Ibiza
Mapa satelital de Isla Formentera.jpg Bandera de Formentera.svg Formentera
COMARCAS DE BALEARES Y SUS MUNICIPIOS

I) TRAMUNTANA

ISLA DE MALLORCA
Andraitx
Bañalbufar
Bunyola
Calviá
Deyá
Escorca
Esporles
Estellenchs
Fornalutx
Pollenca
Puigpunyent
Sóller
Valldemosa

II) EL RAIGUER
Alaró
Alcudia
Binisalem
Búger
Campanet
Consell
Inca
Lloseta
Mancor de la Vall
Marratxí
Sa Pobla
Santa María del Camí
Selva

III) PALMA DE MALLORCA Y SU AREA METROPOLITANA
Palma de Mallorca

IV) EL PLA
Algaida
Ariany
Costitx
Lloret de Vista Alegre
Llubí
María de la Salud
Montuiri
Muro
Petra
Porreres
Sant Joan
Santa Eugenia
Santa Margarita
Sencelles
Sineu
Villafranca de Bonany

V) LEVANTE
Artá
Capdepera
Manacor
Sant Lilorenç des Cardassar
Son Severa

VI) MICIORN
Campos
Felanitx
Llucmajor
Santanyí
Ses Salines

Vista de la ciudad y puerto de Ibiza (Islas BALEARES) e a principios de la década de los ochenta.

Las islas presentan un clima mediterráneo puro caracterizado por un periodo seco en verano y un máximo pluviométrico en otoño y en menor medida en primavera. A pesar de ello existen en su interior diferencias importantes relacionadas con su situación y con el relieve. En el primer caso se produce un aumento de lluvias hacia el N. y NO. En el segundo y especialmente en Mallorca e Ibiza la disposición de los relieves actúa como barrera contra determinadas corrientes, aspecto que no presentan las islas de Menorca y Formentera por la ausencia de alineaciones montañosas. Sobre el clima influye la especial disposición de las islas en el Mediterráneo occidental, rodeado de una muralla montañosa (Alpes, Pirineos, Sistema Ibérico, Sistemas Béticos y Atlas) que sólo deja pasar masas de aire por determinados pasos. Las temperaturas medias de las Baleares alcanzan un promedio anual de 16,9°, siendo el promedio de las máximas de 21,3° y el de las mínimas de 12,5°. En invierno se registra una media superior a 10° mientras que en verano se alcanzan 24°. Entre islas existe una fluctuación de temperaturas que implica una desviación de la media: Menorca presenta una cifra inferior a 16°, mientras que Ibiza y Formentera superan 17° de media.

ÍNDICES DE CRECIMIENTO POBLACIONAL con base 100 en 1900
1900 1960 1970 1981 1986
Mallorca 100 145 185 226 250
Menorca 100 114 133 156 163
Ibiza 100 144 186 252 274
Baleares 100 142 179 219 241
España 100 164 179 202
LA COMUNIDAD AUTÓNOMA BALEAR EN ESPAÑA
Densidades Renta per capita
1970 1981 1986 1989 1983 1985
España 67 74 77 78,1 515.436 639.948
Baleares 111 137 135,6 149,7 706.148 887.607
Baleares respecto a España (44) (63) (58,6) (71,6) (37%) (38,1%)

El régimen de precipitaciones está definido por un máximo en otoño, con lluvias torrenciales que acumulan casi el 40% del total de la lluvia anual y originan inundaciones, y un mínimo en época veraniega, lo que implica un periodo de sequía con incidencia sobre la fauna y flora balear. La media general de las islas es de 550 mm anuales. Pero al igual de la temperatura existen contrastes entre islas y en el interior de las mismas. Menorca tiene la media más elevada con 573 mm, mientras que Ibiza y Formentera sólo registran 300 y 400 mm respectivamente, lo que permite clasificarlas como de clima semiárido. Mallorca, con una media de 500 mm, presenta una desviación entre las precipitaciones de la sierra de Tramuntana (1.300 mm) y las de las tierras semiáridas del S., SE. y E. en las que los valores no llegan a superar los 350 mm.

Una de las fortificaciones más curiosas de la edad media se encuentra a tres kilómetros de Palma de Mallorca. El castillo de Bellver está situado sobre una colina a 112 metros de altura, dominando la bahía y gran parte de la isla. Es peculiar porqué es el único en España y el más antiguo de Europa en tener una planta en forma circular, junto con cuatro grandes torres orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. Fue construido entre 1300 y 1311 por orden directa del rey Jaime II de Mallorca.

La vegetación de las Islas es pobre y caracterizada por la presencia del pino, la encina y el lentisco. Es una vegetación típicamente mediterránea en la que abundan endemismos a causa de la insularidad. La vegetación potencial de las islas sería el encinar completada en las zonas más secas por la garriga de acebuches y palmito, apareciendo una mezcla de ambas en las zonas de transición. Existen diferentes tipologías que se pueden resumir según la presencia del pino, la encina o el monte bajo. El pino común se extiende por la vertiente meridional de la sierra de Tramuntana y bordea toda la costa mallorquína.

En Menorca también aparece en el centro de la isla, donde están al resguardo de los vientos de tramontana, siendo también significativa su presencia en Ibiza. La encina está restringida a lugares húmedos y frescos, especialmente en la vertiente septentrional de la sierra de Tramuntana, si bien se localiza también en el resto de Mallorca y en la isla de Menorca. El predominio de la garriga o monte bajo, que presenta distintas variantes según la presencia o no de especies vegetales, es amplio en todas las islas. En los extremos de la sierra de Tramuntana aparece con el palmito y entre Palma y Andratx se desarrolla conjuntamente con las jaras y la lavanda, mientras que en las áreas más degradadas de las zonas montañosas se asocia con el carrizo y el gamón. En el resto de la isla y en Menorca aparecen lentisco y acebuches. En Ibiza y Formentera abundan asociado con la sabina. Cabe señalar la presencia de diferentes zonas húmedas (S ’Albufera en Mallorca, Ses Salines en Ibiza y Es Grao en Menorca) con características propias y con dominio de la caña y el cañizo.

PRODUCCIÓN AGRÍCOLA EN BALEARES (1989)
Cultivo t
Fuente: Anuario Estadístico de España 1989.
Cereales 26.700
Trigo 12.781
Olivo (aceite) 272
Vid 12.721
Patata 80.952
Almendra 27.866
Tomate 32.573

La población de las Islas Baleares es de 767.918 h. (1990) repartidos del siguiente modo: Mallorca 613.831 h. (79,9%), Menorca 68.347 h. (8,9%), Ibiza 80.538 h. (10,4%) y Formentera 5.202 h. (0,6%). La densidad media es de 150 h/km2, si bien existen fluctuaciones entre munn. como Escorca con apenas 1 h/km2 y los más de 2.000 h/ km2 de la ciudad de Ibiza. Es población que presenta un alto grado de urbanización y porcentajes elevados de concentración (superiores al 90%), sobre todo en Palma (325.120 h.), capital administrativa de la comunidad autónoma. En 1857 en Palma se concentraba el 25% de la población de la isla de Mallorca y un 20% de la balear. Esta cifra se incrementó hasta las décadas de 1930 y 1940 y registró una fuerte aceleración a partir de la de 1950, fruto de los movimientos intermunicipales y del éxodo rural, lo que supuso que en 1950 la población de Palma representara el 40% de Mallorca y en 1981 se alcanzaran el 54,24 y el 44,44% de Mallorca y Baleares, respectivamente. Esta acumulación se ha visto favorecida por el acaparamiento de funciones de Palma que aglutina a la administración, empresariado e infraestructuras. Esta macrocefalia sólo ha sido frenada en los últimos años en función del crecimiento de los munn. del área metropolitana, lo que ha provocado por primera vez la ralentización del ritmo de concentración de población en la ciudad.

En 1990 la población ubicada en Palma representaba el 52,9% y el 45,8% de la población total de Mallorca y Baleares, respectivamente. Esta cifra indica que la población balear ha triplicado los efectivos de 1857, año en el que se realizó el primer padrón oficial de la población. Entre esta última fecha y 1990 se pueden determinar dos grandes etapas que representan pautas demográficas diferentes, actuando el quinquenio 1955-1960 como vertebración en las características de dos modelos de comportamiento demográfico insular, ya que representa el paso de una sociedad rural de características agrarias a una sociedad urbana turística. La etapa preturística (1857-1955) se puede definir como emigratoria, fenómeno que incidirá sobre una situación de estancamiento en el crecimiento de la población. Se trata de una emigración secular que tomó impulso a partir de 1887 provocado por las crisis agrarias y económicas del último decenio del s. XIX, época en la que el crecimiento demográfico creó excedentes respecto a la posibilidad de empleo y un éxodo dirigido hacia Hispanoamérica y Argel (Argelia). Estas circunstancias inciden en que en la década de 1940 las islas registren una población con síntomas de envejecimiento importantes ligados a un descenso de la natalidad y la crisis económica posterior a la Guerra Civil (1936-1939). La etapa turística iniciada en 1955 supondrá un cambio importante en relación al comportamiento demográfico, en el que influirá la aportación de adultos del contingente inmigratorio. Ello ya será visible en las pirámides de población de 1960 con la aportación y agregación de los inmigrantes sobre los autóctonos.

En el quinquenio 1955-1960, una vez superada la etapa del éxodo rural masivo, las Islas Baleares se convirtieron en un foco de atracción demográfico que implicará una aceleración del crecimiento absoluto de la población y un aumento de las tasas de natalidad que incidirá sobre un rejuvenecimiento de las estructuras de la población balear. Su dinámica está definida por los cambios de comportamiento frente a la natalidad y la mortalidad. Desde 1940 se ha estabilizado la mortalidad en torno a una tasa del 10‰, pero la natalidad presenta una tendencia diferente ya que a partir de la década de 1960 el papel que representa la llegada de grupos de inmigrantes implicó el que la tasa de natalidad pasara de un índice del 14,38‰ en 1951-1955 a un 19,94‰ en 1971-1975. Esta etapa supuso un impacto básico en el proceso de crecimiento poblacional, pero a partir de 1976 se registraron nuevas pautas en las que sobresale el descenso paulatino de las tasas de natalidad con tendencia a índices inferiores a la de la década de 1950, siendo en 1987 la tasa de natalidad del 12,33‰ y la de mortalidad del 9,18‰. Ello implica un bajo crecimiento natural ligado al descenso de la natalidad sobre el que inciden variables de tipo socioeconómico. Esta nueva situación supuso el retorno al envejecimiento de las estructuras de la población balear a pesar de que continúa registrándose una aportación ininterrumpida de inmigrantes.

Parque natural de Ses Salines de Ibiza y Formentera.

La población de las islas presenta en 1990 una sex ratio en la que predominan las mujeres sobre los hombres: de los 767.918 h. de la comunidad autónoma, 381.072 (49,6%) son varones y 386.846 (50,3%) son mujeres. La composición por orígenes refleja también la importancia de la inmigración en las islas. El número de nacidos en otras provv. españolas se incrementó hasta 1975 y se ha estabilizado a partir de entonces en el 25% de la población. En 1986 la composición por orígenes presentaba una mayor proporción centrada en el área S. peninsular con un predominio de los nacidos en Andalucía (42%), especialmente en la Oriental, Albacete y Murcia, al que le sigue un segundo punto de partida importante en el litoral mediterráneo procedente de Cataluña y Valencia. Los puntos de origen de la población peninsular cambian, ya que en la década de 1960 se ubicaban en provv. litorales mediterráneas y posteriormente lo han hecho en zonas interiores deprimidas.

La estructura por edades correspondiente a 1986 muestra una tendencia hacia un envejecimiento progresivo de la población, si bien en 1960 se observaba un rejuvenecimiento a causa de la inmigración y el aumento de la natalidad, la pirámide de 1986 manifiesta que la proporción de personas mayores de 65 años era del 13,29%, mientras que la de jóvenes menores de 15 años era del 22,28%, porcentajes que presentan una tendencia regresiva en los últimos y progresiva en los primeros. La pirámide de población ofrece como característica básica un estrechamiento de los dos primeros tramos referentes a los grupos de edades 0-4 y 5-9, fruto del descenso de la natalidad correspondiente a los nacimientos ocurridos entre 1976 y 1986. Los tramos correspondientes a los grupos de edades de 10-14 y 15-19 años presentan unos parámetros mucho más alargados correspondientes a los nacidos entre 1966 y 1976, fechas en las que se registraron altas tasas de natalidad.

Por otra parte, la composición de la población por actividades muestra una hipertrofia de la población trabajadora en el sector de los servicios que acumula el 60% de los activos, mientras que el secundario, en el que domina la construcción, representa el 30% y el primario sólo acoge un porcentaje inferior al 8%. El análisis de la evolución muestra un constante declive del sector primario, un desarrollo del terciario hasta su hipertrofia y un secundario estabilizado y que es en gran medida dependiente del sector de los servicios. El primario que dominó hasta 1950, fecha en la que registraba a la mitad del total de los activos, apenas supera en la actualidad un 6% y no sólo ha disminuido en cifras relativas sino también en el número absoluto de los trabajadores del campo que no superan los 15.000 en la actualidad. El secundario, que se puede clasificar como un sector paraturístico, presenta una situación relativamente estancada en función de la recesión de la construcción y la crisis del calzado y la piel. Únicamente el terciario presenta una evolución global positiva ligada al sector de la hostelería, restauración, comercio y sectores dependientes.

La agricultura y la ganadería fueron actividades básicas en las Islas Baleares hasta la llegada del turismo. Hoy representan casi únicamente un papel residual habiendo experimentado un drástico descenso de su población activa agraria así como una caída de su producción en relación al Producto Interior Bruto (PIB) que apenas representa un porcentaje ligeramente superior al 2%. Las características físico-naturales conjuntamente a las condiciones socio-jurídicas (excesiva parcelación de las explotaciones agrarias) no son favorables a una agricultura de rendimientos aceptables. Las tierras cultivadas en Baleares representan el 53,18% del total territorial, de las que el 75% corresponden a Mallorca, un 13% a Menorca y el 9% restante a las Pitiusas. De ellas el 90% se destinan a tierras de secano (240.000 ha). El regadío, a pesar de su expansión, sólo representa el 9% (25.000 ha). En el secano domina un sistema combinado de cultivos leñosos y herbáceos. Dentro de los últimos destacan los cereales y las leguminosas (110.000 ha), herencia del sistema tradicional de autoabastecimiento y que se encuentra en un fuerte retroceso por falta de rentabilidad.

Barco de vela frente a Cala Macarelleta en Mallorca.

Por otra parte, las limitaciones climáticas y edáficas imponen el barbecho continuo de una tercera parte de su superficie. Dentro de los leñosos destaca el almendro (20.000 ha) con un 90% en la isla de Mallorca. Su asociación con otros cultivos, la vejez de sus plantaciones, la diversidad de especies y los problemas de comercialización implican también su retroceso en las últimas décadas. Los restantes cultivos leñosos presentan poca importancia a excepción del algarrobo (18.000 ha) y el olivo (14.000 ha), si bien este último ya sólo tiene una presencia paisajística y no económica. El regadío es el único sistema de cultivo que presenta una alternativa al abandono generalizado, especialmente el dedicado a la horticultura y cultivos de flores.

La ganadería siempre ha tenido en las islas un papel complementario de la agricultura a excepción del ganado bovino en la isla de Menorca, en la que la producción de leche es la base de la industria agroalimentaria del queso mahonés. Su auge en Mallorca se ha eclipsado en función de la crisis de las centrales lecheras desde el ingreso (1-I-1986) de España en la Comunidad Económica Europea (CEE). El subsector de la pesca representa un papel muy secundario en la economía isleña. Los activos apenas llegan a los 2.500 pescadores y realizan sus faenas en una flota familiar y artesanal, donde la mayoría de sus barcos son de tonelaje inferior a los 20 TRB. El 75% de sus desembarcos se concentran en el puerto de Palma, con unas capturas de alta calidad en las que destacan la gamba y la langosta.

La falta de materias primas, la incidencia de la insularidad sobre los costos de transporte, la problemática de la comercialización y el número de la población insular han implicado que exista en las islas una falta de tradición industrial a excepción de la dedicada a los productos de consumo interior. En la etapa turística se produjo una remodelación del sector industrial que pasó a ser sometido por el sector terciario. En 1991 representa un 20% del PIB y ocupa a un 30% de la población activa. Domina el sector de la construcción (33% de los activos del secundario), seguido del de la piel, confección y zapatos (18%), industrias metálicas (16%), madera y corcho (9%) y alimentación y bebidas (7%). Los focos industriales se concentran en Palma, Inca (piel y calzado), Manacor (muebles y madera) y Ciutadella (bisutería y calzado).

La red viaria de las islas presenta diferencias internas. En Mallorca e Ibiza se trata de una red radial que se articula desde la capital hacia los restantes núcleos. En Menorca es lineal y une Mahón y Ciutadella con ramificaciones a partir del eje principal. La red viaria de Mallorca cuenta con unos 2.000 km de carreteras. Los puertos tienen en Baleares una gran importancia en función del abastecimiento de mercancías para el consumo. De todos los puertos de Baleares el de Palma monopoliza tanto las mercancías como los pasajeros, destacando sólo en aspectos concretos los de Alcudia, Mahón e Ibiza. El movimiento de las Baleares es de unos 3.000.000 de t de las que el 66% se concentra en Palma y de un millón de pasajeros de los que la mitad pasan por el puerto palmesano. El número de pasajeros de los aeropuertos de Baleares supera los 15.000.000 anuales, de los que el 66% se concentra en el aeropuerto de Palma de Mallorca con un movimiento de más de 80.000 aviones del año. Le sigue en importancia el aeropuerto de Ibiza con 20.000 aviones y 2.500.000 de pasajeros, mientras que el de Menorca registra 10.000 aviones y un millón de pasajeros.

Historia

La situación estratégica de las Islas Baleares en el contexto mediterráneo explica su ocupación sucesiva por distintas civilizaciones. La diversidad colonizadora hace que no pueda hablarse de un hecho insular explicable por sí mismo ni de un proceso histórico común para todo el archipiélago, ya que su unidad sólo encuentra su sentido por razones geográficas, políticas y administrativas. Al igual que en otros enclaves mediterráneos (Provenza, Liguria y Cerdeña) del Neolítico, los primeros pobladores llegaron a las islas antes del 4000 a.C. y se asentaron en las cuevas –utilizadas a veces como sepulturas– de las montañas de la zona N. de Mallorca. Entre el 3000 y el 1400 a.C. y coincidiendo con la llegada a las islas de tribus más avanzadas de origen desconocido se desarrolló la cultura pretalayótica. Estos pueblos habitaron en cuevas y en edificaciones con planta de nave y cubierta vegetal y utilizaron el cobre y la cerámica.

Vista de la ciudad y puerto de Mahón, en la isla de Menorca.

El periodo talayótico (1300-500 a.C), coincidente con la Edad del Bronce, dio lugar a construcciones megalíticas semejantes a las encontradas en Cerdeña, lo que remite a un origen oriental común. Esta tesis está reforzada por la aparición, en los documentos literarios más antiguos, de topónimos portuarios mediterráneos terminados en “ussa” que corresponderían probablemente a un código marítimo convencional. Es el caso de Syracussa (Italia), Meloussa (Menorca), Kromiussa (Mallorca), Pytiussa (Ibiza), Ophiussa (Formentera) y Kotinussa (Cádiz). Entre 1100 y 900 a.C. se desarrolló la etapa más interesante de la cultura talayótica, durante la cual se elevaron numerosos talayotes (monumentos de carácter defensivo o funerario en forma de torre de planta circular levantada con aparejo tosco y cubiertos por falsa cúpula que apoya en una columna o pilar central). Paralelamente se crearon conjuntos urbanos (Torre des Gaumés en Menorca y Ses Países en Mallorca) que demuestran la existencia de una sociedad más compleja. Entre el 900 y el 800 a.C. se inició una integración mayor en el contexto mediterráneo, como demuestran los objetos de hierro y las cerámicas púnicas, y del 800 al 500 a.C. se produjo la etapa de plenitud de la arquitectura megalítica con la aparición de elementos arquitectónicos tan singulares como las Taulas de Menorca.

En este mismo periodo tuvo lugar la ocupación cartaginesa de Ibiza (654 a.C.) y la diferenciación entre Pityussae, como se denominaron las islas menores, y las Gymnesiai, nombre dado a las islas mayores –luego llamadas Baleares–. Las relaciones comerciales con las zonas del entorno, y especialmente con griegos y cartagineses, se incrementaron entre 600 y 400 a.C. Cartago utilizó Ebussus (Ibiza) como enclave defensivo y comercial y se sirvió de mercenarios indígenas en las guerras púnicas (146-201 a.C). La conquista romana, llevada a cabo por Quinto Cecilio Metelo (123 a.C), tuvo como objetivo fundamental la pacificación de la Galia Transalpina y de Cerdeña, aunque con anterioridad ya se había dado el título de ciudad confederada a Ebussus y Boccoris (Mallorca). La romanización, que se extendió por todo el archipiélago, se vio acelerada por la llegada de unos 3.000 colonos y se realizó sobre el sustrato dejado por culturas anteriores. Los romanos denominaron Insulae Bailares al archipiélago y fijaron los nombres de cada una de las islas: Insula Baliaris Maior (Mallorca), Insula Baliaris Minor (Menorca), Ebussus (Ibiza), Columbraría (Formentera) y Cabraria (Cabrera).

Cala del Pilar y punta des Carregador en Menorca.

El archipiélago quedó adscrito a la Hispania Citerior y a partir de las reformas de Diocleciano quedó incluido en la Carthaginiensis. La nueva reforma de mediados del s. IV la convirtió en provincia praesidencialis. La existencia de diócesis en Mallorca, Menorca e Ibiza, así como un testimonio de San Agustín (398) sobre la vida monástica en Cabrera y otro del obispo de Menorca Severo (h. 417) sobre la conversión milagrosa de los judíos de Mahón demuestran la consolidación del cristianismo en las islas a finales del s. IV. La desintegración política del Imperio Romano coincidió con la llegada de los vándalos de Genserico (426), que se establecieron en la isla hasta finales del s. V. La expansión bizantina por el Mediterráneo en época de Justiniano convirtió al archipiélago en provincia del Imperio oriental, de la que también formó parte Córcega y que perduró hasta la invasión musulmana. Tras una corta etapa bajo la protección de Carlomagno y después de varios contactos esporádicos con el islam, las islas fueron ocupadas por Isam al-Jawlani (902) y permanecieron en poder del califato de Córdoba hasta 1015. Su situación estratégica fue utilizada por los musulmanes para establecer una base naval que permitiera la expansión de al-Ándalus por el Mediterráneo.

Durante la crisis del califato (1009-1010) el archipiélago constituyó, junto con Denia (Daniya-Mayurqa), una taifa que estuvo bajo el poder de Muyahid al-Amiri. Al fallecer el nieto de éste se formó una taifa autónoma (1077-1115). El recrudecimiento de la piratería en la zona motivó la reacción de la República de Pisa y del conde de Barcelona Ramón Berenguer III, que organizaron una violenta expedición de castigo (1114-1115) que acabó con la destrucción y saqueo de Mallorca. A continuación, los almorávides ocuparon las islas (1116) y establecieron en ellas un poder independiente bajo la dinastía de los Banu Ganiya (1155-1203), la cual consiguió un poderío militar en el Mediterráneo únicamente interrumpido por la égida de Muhammad ’Abú Ganiya. La ocupación almohade (1202), llevada a cabo con el fin de suprimir las relaciones entre los almorávides y sus aliados de Ifriqiya, se vio frenada por la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y finalizó con las conquistas de Mallorca (1229) e Ibiza (1235) por Jaime I de Aragón –Menorca fue reconquistada por Alfonso III en 1287–. Se inició así un periodo de dependencia respecto de la Corona de Aragón que daría paso a su integración definitiva en la monarquía hispánica.

Cala Sahona en Formentera.
Dama de Ibiza. s.III a.C. encontrado en la necrópolis de Puig dels Molins, en Ibiza.

Tras la reconquista del territorio y debido a la reducción de la población musulmana se efectuó la repoblación del mismo con gentes procedentes de Aragón, el Ampurdán y el Rosellón. A la muerte de Jaime I (1276), éste dejó a su hijo menor Jaime el reino de Mallorca, que lo retuvo hasta 1343, año en que el reino volvió a la Corona de Aragón. Seis años después Jaime II fue derrotado por el rey aragonés Pedro IV el Ceremonioso en la batalla de Llucmayor (25-V). La nueva organización feudal se hizo particularmente evidente en el reparto de la propiedad y se basó en una sociedad de colonos libres sobre un sustrato musulmán esclavizado. La formación de una aristocracia mercantil y terrateniente y las sucesivas pestes (1349, 1362, 1363, 1375, 1388, 1396 y 1430) provocaron una acusada concentración de la propiedad y la despoblación del campo. El descontento de la población se tradujo en el levantamiento campesino o revolta forana (revolución foránea) de Mallorca (1450).

La rebelión, que llegó a sitiar en tres ocasiones la capital y que fue un antecedente de las Gemianías del s. XVI, fue sofocada violentamente por las tropas italianas enviadas por Alfonso V. Las consecuencias finales de esta intervención violenta y de las medidas represivas subsiguientes fueron la aniquilación de las villas, la destrucción de los campos y el agotamiento de las fuentes de riqueza. Esta crisis se agravó por la unión peninsular y el descubrimiento de América, hechos que propiciaron el traslado del núcleo comercial del Mediterráneo al Atlántico. El fin de la decandencia y el inicio de la recuperación pueden establecerse a mediados del s. XVII, tras la última gran peste (1652). La Guerra de Sucesión (1701-1714) y el Tratado de Utrecht (1713) motivaron la adjudicación de Menorca a Inglaterra, que la administrará hasta 1802 –exceptuando un periodo de dominación francesa (1756-1765) y otro de control español (1784-1789)–.

La unificación administrativa de las islas quedó determinada al final de la Edad Media y se basó en dos instituciones: el lloctinent, que en época moderna pasará a llamarse virrey y será substituida (finales del s. XVI) por una Real Audiencia, y el Gran i General Consell, constituido por representantes de los distintos estamentos sociales. Por el contrario, en el aspecto eclesiástico no existía una jurisdicción común. Los decretos de Nueva Planta promulgados por Felipe V para Mallorca e Ibiza (28-XI-1715) hicieron desaparecer las instituciones de gobierno autónomo y unificaron la estructura político-administrativa de las Islas con la del resto de la Península, con un intendente que administraría el nuevo impuesto global de la talla mayorquina. El Gran i General Consell fue substituido por un Ayuntamiento compuesto por doce regidores nobles, cuatro ciudadanos y dos procuradores del común. La reforma de 1766 dio entrada en estas instituciones a 2.000 vecinos designados por elección, los cuales actuaban como diputados del común y síndicos personeros. La nobleza, poco numerosa, intentó recuperar la hegemonía perdida con la reconstitución de la cofradía de San Jorge (1777). A cambio, el gobierno de Madrid ordenó la creación de una Sociedad Económica que llevó a cabo importantes iniciativas en la agricultura, la industria, el comercio, la enseñanza y la prensa de Mallorca, aunque muchos de sus proyectos quedaron interrumpidos por las guerras contra franceses y británicos y por la Guerra de la Independencia (1808-1814).

Durante el s. XVIII, Menorca vivió un periodo de auge favorecido por la administración de sirRichard Kane (1712-1736). Bajo el dominio británico se amplió el comercio marítimo y se impulsó el puerto de Mahón, convertido en capital de la isla. Su prosperidad estuvo también favorecida por un aumento de la población y por la apertura a nuevos mercados a través del comercio marítimo. Al ser restituida a España en cumplimiento del Tratado de Amiens (27-III-1802), la isla inició su declive debido principalmente a la mala administración del conde de Cifuentes. Durante el reinado de Fernando VII se mantuvo el desarrollo económico de Baleares gracias a la llegada al archipiélago de unos 30.000 fugitivos de ideología liberal.

La reforma territorial de Javier de Burgos (1833), que tuvo su antecedente en la etapa constitucional de Cádiz (1812), adjudicó a las islas el rango de provincia, situación que se mantuvo hasta 1978 aunque en todos los proyectos de reformas constitucionales del s. XIX se las nombra ya como región. La llegada al poder de los liberales supuso el inicio de la recuperación y el establecimiento de una línea regular de transporte con la Península –el primer viaje fue realizado por un barco de vapor en 1833–. Otros factores de desarrollo fueron la venta de los bienes eclesiásticos desamortizados en 1836 y la reanudación e intensificación del comercio con las nuevas repúblicas americanas. Para favorecer las relaciones económicas se crearon la junta de obras del puerto y el Crédito Balear (1872), así como la Compañía de Ferrocarriles de Mallorca (1875).

Naveta d'es Tudons, 2000 -1500 a.C., monumento funerario localizado en Ciutadella de Menorca.

La desecación de la albufera de Alcudia (1863-1870) permitió ampliar el terreno cultivable y se realizó el saneamiento parcial del Prat de Sant Jordi. Menorca, por su parte, compensó su déficit de recursos agrarios con el fomento de las industrias textil y del calzado y la fundación del Banco de Mahón, medidas que no consiguieron surtir efecto por la suspensión de las exportaciones de vinos a Francia, por la propagación de la filoxera y por las secuelas de las guerras coloniales de finales del s. XIX. El turismo fue el factor fundamental de la prosperidad económica balear, especialmente a partir de 1925. En la década de 1950 y tras la Guerra Civil (1936-1939) se reinició el proceso que alcanzó su auge en la década de 1960 con la creación de una infraestructura turística, particularmente desarrollada en la isla de Ibiza. Respecto al proceso autonómico, en 1925 se aprobó el Estatuto Provincial, cuya novedad fundamental era la Carta Intermunicipal, con precedentes en el proyecto Maura y en el proyecto Llansó (1912), este último basado en el modelo canario de capítulos insulares. El movimiento autonomista fue iniciado por la pequeña burguesía durante la II República y tuvo como principal consecuencia la elaboración de un anteproyecto de estatuto de las Islas Baleares en la cual no participaron los grupos políticos y que fue aprobado en julio de 1931 sin la anuencia de Menorca, lo que frustró la posibilidad de conseguir la autonomía.

Taula de Torralba de Salort, construida hacia 1000 a.C., en Alaior, Menorca.

La Constitución de 1931 convirtió las islas en provincia de régimen común. Durante el periodo del general Franco y debido a la negativa de los partidos mallorquines, no llegó a aplicarse en el archipiélago la organización en capítulos insulares prevista en la Ley de Bases del Régimen Local (1945). El proyecto autonomista, resurgido a raíz de las elecciones constituyentes de 1977 y de la aprobación de la Constitución de 1978, se plasmó en el régimen provisional de autonomía y en la creación del Consell General Interinsular al año siguiente y finalizó con la redacción del texto autonómico que abría el camino a la autonomía por la vía del artículo 143 de la Constitución. El Estatuto fue aprobado provisionalmente en 1981 y de forma definitiva el 25-II-1983. En mayo de ese año se celebraron las primeras elecciones al Parlamento regional. El primer Gobierno autónomo, constituido el 10-VI-1983, estuvo formado por una coalición conservadora que contó con el apoyo del grupo regionalista de Unió Mallorquina y estuvo presidido por Gabriel Cañellas Fons.

La organización institucional autonómica se basa en consells insulars para las islas y en ayuntamientos para los municipios, y está representada por el parlamento, el gobierno y el presidente. Para la organización judicial existe un Tribunal Superior de Justicia de las Islas Baleares. La comunidad está integrada en la Zona Militar Baleares, en la Tercera Región Aérea y en la Zona Marítima del Mediterráneo. Posee facultades de Ciencias Políticas, Ciencias de la Educación, Ciencias Empresariales, Ciencias Físicas, Ciencias Químicas, Derecho, Filología, Filosofía, Geografía e Historia, Informática, Ingeniería Técnica de Telecomunicaciones, Escuela de Profesorado de EGB y Trabajo Social. En las Islas Baleares tienen su sede las diócesis de Ibiza, Mallorca y Menorca. [J.L.L.]

Toro de bronce hallado en Costitx, en Mallorca. (Museo Arqueolgico Nacional, Madrid).

Arte

Los restos más antiguos conservados corresponden a la Edad del Bronce. De la etapa pretalayótica se han excavado lugares de habitación (Felanitx) y enterramiento (Son Bauló de Dalt y Lluchmayor). En ellos se han encontrado piezas cerámicas, armas de bronce de tipo argárico, ajuares funerarios y sepulturas dispuestas en posición radial que hacen pensar en una gran preocupación por la vida de ultratumba. Hacia 1300 comenzaron a aparecer asentamientos rodeados de murallas ciclópeas reforzadas con talayots (poblados de Ses Paises y Capocorb Veil en Mallorca y Torre d’En Gaumés y Son Catlar en Menorca, así como los d’Es Mitjà Gran, dels Antigors y d’Es Pedregar).

En Menorca surgen como construcciones singulares las taulas o santuarios (Torralba d’En Salord, Trebalugar y Talatí de D’Alt) y las navetas o monumentos funerarios (naveta dels Tudons en Ciutadella de Menorca), elementos que se encuentran especialmente representados en el poblado de Trepucó, en las cercanías de Mahón. Esta cultura megalítica pervivió hasta época romana y se completó con piezas escultóricas que representan toros (toros de bronce de Costitx, actualmente en el Museo Arqueológico Nacional, Madrid), hecho que demuestra la existencia del culto mediterráneo a este animal, aunque también son frecuentes las imágenes de guerreros (Marte baleárico). El arte púnico tuvo su centro en Ibiza, donde se encuentra las necrópolis de Puig des Molins y de la cueva d’Es Cuyram, donde se han hallado ajuares funerarios de gran riqueza en los que destacan las figuras femeninas en barro cocido y los collares y colgantes de metal, marfil o pasta vitrea. De época romana y paleocristiana se han conservado las ruinas de Pollentia, datadas h. 122 a.C. y ubicadas en las cercanías de Alcudia (Mallorca) y las basílicas de Son Bou (Menorca) y Son Peretó y Sa Carrotxa (Mallorca), de los ss. V-VI d.C., de clara influencia norteafricana, entre cuyos restos se ha encontrado el grupo hispano de baptisterios más antiguo. Existen escasos testimonios artísticos de época musulmana, hecho debido a las sucesivas devastaciones acaecidas durante el periodo (expediciones pisana y almohade y reconquista cristiana). De lo conservado destacan los baños árabes y algunos restos de la cerca defensiva y del arco almorávide de la Almudaina de Palma.

Arco de la Atarazana Real en S'Hort del Rei, en Mallorca.

La reconquista de Mallorca por Jaime I inició un periodo de prosperidad que se materializó en una intensa actividad artística. En los ss. XIV y XV se erigieron en Palma la catedral (1396), levantada según el modelo del gótico mediterráneo sobre la antigua mezquita de la Almudaina, que sirvió de escenario para las coronaciones reales de la dinastía mallorquina y en cuya Capilla Real (o de la Santísima Trinidad) están enterrados Jaime II y III de Mallorca; la basílica y claustro de San Francisco, donde se halla el sepulcro de Ramón Llull (Francisco Sagrera, 1487) y cuya fachada fue reconstruida en época barroca; las iglesias de San Miguel, San Jaime y San Nicolás; el convento franciscano de la Concepción (s. XIII); el Palacio Episcopal, que fue reformado en el s. XVI, y las residencias reales del castillo de Bellver (1300-1311), de patio interior circular, que alberga el Museo Municipal de Historia de la Ciudad, y del palacio de la Almudaina (1305), construido a expensas del rey Jaime II sobre el castro romano y la Zuda musulmana, que fue residencia de los reyes privativos de Mallorca y posteriormente Real Audiencia, sede de la Capitanía General de las Islas y residencia de los reyes de España.

Otros edificios góticos de las islas son la iglesia de Santa María la Mayor de Inca y el monasterio de El Puig (s. XIV) en las cercanías de Pollensa (Mallorca); el recinto fortificado de Alcudia (Mallorca), ampliado en tiempos de Felipe II; el castillo (s. XIII) de Arta (Mallorca), donde se ubica el santuario de San Salvador (reconstruido en el s. XIX); el castillo (1300), la iglesia (s. XIV, con añadidos y reformas de los ss. XVI y XVIII) y la torre de Canyamel (s. XIV) en Capdepera (Mallorca); la iglesia parroquial y las torres del Palau, de Ses Puntes y de Els Egi-nastes en Manacor (Mallorca); las iglesias de Santa María (s. XIII, reformada en 1772) y la del convento de San Francisco (reformada en el s. XVIII) en Mahón (Menorca); la catedral (s. XIV, con fachada neoclásica del XVIII), las murallas medievales (reconstruidas en el s. XVII) y los palacios góticos y renacentistas de las plazas Vieja y del Borne, entre los que sobresalen los de Martorell, Torre-Saura y Casa Vivot, en Ciutadella (Menorca), y la catedral (s. XIII), reconstruida en el s. XVII, y la casa Comasena o de los Laúdes en Ibiza. Se crearon también nuevos centros urbanos como los levantados a raíz de la ordenación urbana de Mallorca (1330) ordenada por Jaime II para la repoblación del interior de la isla.

En el periodo gótico destaca también la personalidad del arquitecto y escultor Guillem Sagrera (s. XV), que intervino en la construcción de la Lonja del Colegio de los Mercaderes (Palma), del Castel Nuovo de Nápoles (Italia) y de la iglesia de San Juan el Nuevo de Perpignan (Francia). La escuela pictórica gótica mallorquína se caracteriza por las influencias catalanas, valencianas e italianas y en ella destacaron el maestro de los Privilegios, Juan Daurer, Francisco Comes, Rafael Moguer, Martín Torner y Pere Niçard. Este último realizó el retablo de San Jorge (1468, Museo Diocesano de Mallorca), la obra más representativa del periodo. La actividad artística disminuyó de forma notable entre los ss. XVI y XVIII. De esta etapa sobresalen la figura del arquitecto y escultor Juan de Salas, quien terminó el coro y realizó los pulpitos de la catedral de Palma (1529), y la del pintor Guillem Mesquida (1675-1747).

En cuanto a la arquitectura religiosa de estos tres siglos y dejando aparte las modificaciones de edificios anteriores destacan las iglesias barrocas de Montesión (ss. XV-XVI), la Merced (ss. XVII-XVIII), Nuestra Señora del Socorro, Santa Catalina, San Antonio, San Felipe Neri y San Cayetano, así como el oratorio de San Vicente de Paúl en Palma; el monasterio de Lluch (Mallorca, ss. XVII-XVIII); la iglesia jesuítica de Pollensa (Mallorca, 1696-1738); el convento de San Vicente en Manacor (Mallorca, s. XVIII), y la iglesia de Santo Domingo y las parroquias rurales de Santa Eulalia, San Jorge, San Miguel y San José en Ibiza. Son también importantes las fortificaciones creadas o reforzadas en Ciutadella (Menorca), Ibiza (Juan Bautista Calvi, s. XVI) y Mahón (Menorca) y los edificios civiles públicos de los ayuntamientos de Palma (s. XVII) y Mahón (s. XVIII) y del Consulado del Mar (Palma), actual sede del Gobierno autónomo.

Mención especial merecen las casas patricias construidas por las familias nobles de Palma, en las que son patentes las influencias italianas (galerías) y catalanas (escaleras del patio), aunque presentan una tipología personal. Entre las obras de carácter privado están las casas nobles de Abrí-Cezcallar, Vivot y Olesa y las residencias campestres de los grandes terratenientes (Raixa, Son Berga y Alfabia) en Palma, las casas Balansat (s. XVI) y Riquer (s. XVIII) en Ibiza, la casa Mercadal (fachada del s. XVIII) en Mahón y la urbanización británica Georgetown (actual Villa Carlos o Es Castell) en Menorca.

En pintura destacan Pasqual Calbo (1752-1817), representante de un estilo academicista y clásico; Ferrand Ferrant (1810-1856), artista influido por el romanticismo alemán, y ya a finales del s. XIX la escuela paisajística a la que pertenecieron el pintor y teórico del arte Joan O’Neille Rosiñol (1828-1907), Antoni Ribas Oliver (1845-1911) y Antoni Fuster (1853-1902). En alguno de ellos y particularmente en Antoni Gelabert (1877-1932), máximo representante del modernismo balear, es patente la influencia de los pintores modernistas catalanes que trabajaron en las islas, grupo en el que se incluyen Santiago Rusiñol, Joaquín Mir y Hermenegildo Anglada-Camarasa. Éste artista tuvo como seguidor más importante a Dionís Bennasar (1914-1967) y formó la llamada “escuela de Pollensa”, integrada por los argentinos Tito Cittadini, Roberto Ramaugé y Adán Diehl, el mexicano Roberto Montenegro, el andaluz Javier de Winthuysen y los artistas locales Guillem Bestard (1881-1969) y Josep Vives Llull.

Castillo de Bellver en Palma de Mallorca de Pere Salva.
Retablo de San Jorge en el que aparece el palacio de la Almudaina, obra de Pere Niard. (Museo Diocesano de Mallorca).

En cuanto a la arquitectura modernista, está representada en la capital por el Gran Hotel, proyectado por Lluís Doménech i Montaner, los almacenes El Águila, las casas Casasayas y Forteza y el Círculo Mallorquín. La estancia en Mallorca del pintor Joaquín Sorolla influyó también en Llorenç Cerda (1862-1955), Narcís Puget (1874-1964) y Laureà Barrau (1862-1957). Otros artistas destacados han sido Bartomeu-Lluís Ferrá (1893-1946) y Joan Antoni Fuster Valiente (1892-1964), representantes del novecentismo; el ultraísta Jacob Sureda (1901-1935) y los superrealistas Joan Sunyer y Juli Ramis. A partir de 1950 han aparecido también colectivos pictóricos como Tago (Mallorca), Menorca y Sa Taula (Menorca), y Tur y Puget (Ibiza). A todo ello hay que añadir, desde el s. XIX, la producción de numerosos artistas extranjeros afincados en las islas. Destaca como conjunto interesante el Pueblo Español de Palma, barrio donde se muestran ejemplos arquitectónicos hispanos de todas las épocas y estilos. En cuanto a las artes decorativas, destacan las cerámicas hispanomudéjares de Inca. Artesanos árabes y españoles de las Islas serían además los introductores en la Península Ibérica de la cerámica maiolica.

Las instalaciones museísticas de las Baleares se concentran en la capital, donde se encuentran la Colección Vivot, ubicada en la casa señorial mallorquina homónima; el Museo Catedralicio; el Museo de Arte Contemporáneo, ubicado en el palacio Solleric (1763), de estilo levantino, llamado también Casa Morell por haber sido estudio del pintor Fausto Morell; el Museo de Arte Saridakis, ubicado en el palacio Marivent, construido por el arquitecto Guillermo Forteza en 1923 a expensas del pintor griego Juan de Saridakis y actualmente residencia real; el Museo de Historia de la Ciudad (anteriormente llamado Museo Castillo Bellver); el Museo de la Iglesia de Mallorca, ubicado en el Palacio Episcopal; el Museo de Mallorca, en el palacio Ayamans (antiguo palacio Desbrull), que conserva también los fondos del Museo de la Sociedad Arqueológica Luliana; el Museo Krekovic, que alberga la obra del pintor peruano Kristian Krekovic y es propiedad de la Fundación Centro Cultural Hispano-Americano Museo Krekovic, y el Palacio Real de la Almudaina.

Otros museos del archipiélago son el Monográfico de Pollentia en Alcudia, el Museo Arqueológico Municipal de Manacor, la casa-estudio del pintor Anglada-Camarasa y el Museo Municipal de Pollensa, el Museo Arqueológico y la necrópolis púnica de Es Puig des Molins en Ibiza y el Museo de Menorca en Mahón. Capítulo aparte merece el conjunto histórico de la Real Cartuja de Valldemosa (Mallorca), residencia real que fue cedida por Martín I el Humano a los cartujos (finales del s. XIV) y que fue reformada posteriormente. El conjunto se compone de iglesia y sacristía (s. XVIII), antigua botica (s. XVII), celda prioral, celdas-museo de Federico Chopin y Georges Sand, Museo de Recuerdos del archiduque Luis Salvador, imprenta y xilografías de Mallorca, pinacoteca municipal y palacio del rey Sancho. Este último edificio fue levantado por Jaime II y su hijo Sancho. Martín I lo donó en 1299 para la fundación de la Cartuja de Jesús Nazareno. [J.L.L.]

Danza folklórica en Sa Granja. Los bailes se celebran principalmente el día de la fiesta del patrón.
Traje típico masculino de Mallorca con sombrero y capa de invierno.
Campesina de Ibiza con la típica manteta (h. 1910).

Folclore

Los bailes típicos de las Islas Baleares se celebran principalmente el día de la fiesta del patrón, en la que el obrer (miembro de una cofradía) dirige la festividad. Para iluminar las danzas se colocan uno o dos festers, fogariles de hierro que llevan en su parte superior una jaula en la que arde la leña.

Los bailes de las islas son los boleros, las jotas y los copeos, procedentes de la Península Ibérica; los boleros son conocidos también como seguidillas, boleras y sevillanos; las jotas reciben el nombre de fandangos o mateixes y los copeos el de “bailar o matar la araña”. El traje típico masculino consta de sombrero negro de fieltro de alas amplias o redondeadas y cordón negro rematado por dos pequeñas borlitas; chaleco guardapits abierto y terminado en punta, ajustado, confeccionado con telas moteadas con flores y otros motivos; camisa de hilo blanco o algodón cerrada con cuello recto estrecho y delgado; chaqueta corta de paño negro o merino; faja en torno a la cintura de lana o algodón y de color encarnado o azul; pantalones bombachos, calçons amb bufes, lisos o a rayas de distintos colores; medias blancas y de colores; zamarra o capote en invierno o capa con capucha y zapatos bajos, negros o marrones, con cordones o hebilla.

La mujer lleva el pelo peinado hacia atrás recogido en una trenza y su traje consta de manteta, toca hecha de tela, adornada con bordados y galones y sujetada bajo el cuello con un pequeño abanico denominado gual.lareto; corpiño o gipó ajustado de manga corta escotado por delante y por detrás, confeccionado en lana o merino negro y con botonadura de oro y plata; falda larga y holgada de tela lisa, rayada o floreada; medias blancas o de colores suaves; zapatos bajos y escotados y sombrero negro de fieltro o de lana en invierno y de palmito en verano. La festividad de la comunidad autónoma tiene lugar el primer domingo de marzo.

Turismo

El turismo ha sido el fenómeno transformador de la economía de las islas. Ha mantenido desde principios del s. XX una trayectoria ascendente únicamente paralizada durante la Guerra Civil. Su gran desarrollo se inició en la década de 1950 cuando las islas pasaron a ser receptoras de un turismo de masas que se trasladaba a través de los vuelos charter y tour-operators. En la actualidad las Baleares reciben más de 7.000.000 de turistas anuales y el número de plazas se acerca a las 350.000, de las cuales 253.000 corresponden a 1.654 hoteles y el resto a los apartamentos turísticos legalizados, si bien se deberían añadir otras 130.350 plazas de uso turístico no legalizado, lo que daría una cantidad de medio millón de plazas turísticas totales. En 1989 unos 4.000.000 de turistas pasaron sus vacaciones en instalaciones hoteleras.

El turismo dominante es de origen británico (44%) seguido del alemán (33%) y, a mucha distancia, el francés (5%). De las islas, Mallorca es la que presenta una mayor tradición en las actividades turísticas y es además la que posee las mejores infraestructuras y comunicaciones. En primer lugar destaca por su capacidad la zona de la Bahía de Palma, aunque es también la que presenta menos calidad; en segundo lugar destaca la Costa de Poniente (Cas Catalá, Illetas y Palma Nova) seguida de la Costa de Levante (Cala Ratjada, Cala Nova y Cala Millor) y la zona de Pollensa-Alcudia. En Menorca el turismo de masas arranca de la década de 1970 y se distribuye en varias urbanizaciones con una intensidad global baja. En Ibiza destacan los munn. de Sant Antoni de Portmany, Santa Eulalia y Cala Llonga.

Una de las transformaciones más profundas, resultado del impacto del desarrollo del turismo, ha sido el cambio físico radical del espacio insular. Por ello se pueden diferenciar dos modelos de organización territorial que corresponden a etapas en las que se registra o no la presencia del turismo de masas. El modelo de organización territorial preturístico estaba estructurado en un espacio conformado por núcleos de población interiores con una función esencialmente agraria. Lo más característico del modelo territorial es el nulo valor del litoral ya que se trataba de una organización estructurada a espaldas del mar, lo que se comprueba en el hecho de que antes de 1950 el litoral quedaba casi completamente virgen a excepción de algunos núcleos correspondientes a pequeños puertos de pescadores y a ciudades con capitalidad insular (Palma en Mallorca, Mahón y Ciutadella en Menorca e Ibiza en la isla homónima).

En la isla de Mallorca el modelo territorial estaba estructurado por una densa red de núcleos de población alejados de la costa o bien fortificados en el caso de su ubicación en el litoral. Ello implicaba un modelo territorial preturístico en el que el mar se concebía como un peligro. La ciudad de Palma monopolizaba todas las funciones urbanas y representaba el único núcleo con vocación de capital con una población concentrada no agraria dedicada a la burocracia y al comercio a través de su puerto.

La isla de Menorca presenta un modelo con una estructura bipolar y lineal que se explica por la competencia entre los puertos de Mahón y Ciutadella, cuyo resultado son dos subregiones con débil diferencia en su rango.

En la isla de Ibiza se trataba de un hábitat disperso en tierras interiores siendo el único núcleo concentrado el de la ciudad de Ibiza. Sobre el anterior modelo de organización territorial el turismo de masas actúa y provoca su substitución por un nuevo modelo en el que el factor básico de conformación es la producción de espacio de ocio dirigido más al consumo que al uso de los turistas. Desde el punto de vista de la gestión y organización espacial existe un modelo territorial basado sobre el turismo y el ocio en el que se revaloriza el litoral que sufre el impacto más importante del desarrollo turístico y urbanístico. El litoral será la clave esencial para comprender la nueva redistribución de la población, que implicará un descenso de habitantes en los munn. interiores y agrarios y un crecimiento en los costeros de especialización turística.

Gastronomía

Las Islas Baleares han elaborado, hasta épocas recientes, igual que la mayoría de las regiones mediterráneas, una cocina de subsistencia, esquemática y monográfica. La dieta tradicional se basó en productos autóctonos: el pan y otros derivados de la harina, las verduras y hortalizas de producción familiar y, de manera más excepcional, las carnes de aves de corral, de cordero, de cerdo y de animales de caza. Éstas y algunas otras materias primas se condimentaron con dos grasas, el aceite de oliva y la manteca de cerdo, también autóctonas. Entre las recetas de la cocina balear histórica figuran las sopes, el trempó, el tumbet, el/m, los escaldums, manjares propios de la ruralía y, en general, de las clases populares.

Ensaimada, plato característico de la repostería balear.

En los ss. XVII y XVIII se fraguó en las Baleares, sobre todo en Mallorca y Menorca, una cocina más rica y compleja, fastuosa a veces, que se practicó casi exclusivamente en los fogones de las familias nobles y opulentas. En los recetarios de la época se incluyen fórmulas muy diversas, desde las sopas a los aguiats o guisados y los asados y rellenos a los fritos, hasta el pescado y los huevos a la caza. Por ejemplo, la pixotera de coní o de liebre, las lleteroles de vedella, el pagell reconciliat, el anfós amb salsa, las cansaladilles, las costelles empaperades, el capó a lo rei en Jaume, además de numerosos y diversos platos dulces como las greixoneres de punta de diamant, ciertas especialidades de repostería conventual y productos de panadería, como los quartos o las coques de I let. También en el s. XVIII una de las cocinas baleares, la de Menorca, conoció una transformación que la diferenciaría de las cocinas de Mallorca y de Ibiza. Estas dos últimas islas mantuvieron sus propias tradiciones culinarias.

Por el Tratado de Utrecht, Menorca pasó a poder de Gran Bretaña y durante casi un siglo los ingleses ocuparon la isla dejando allí profundas huellas alimentarias y culinarias. Desde entonces se generalizó el uso de otra grasa animal, la mantequilla, que subtituyó al aceite de oliva y a la manteca de cerdo. Por ejemplo, macarrons amb graví (de gravy, salsa); brou de xenc, un caldo preparado con la carne de la pierna del cordero (xenc es una derivación de shanck, pierna); o xels, que designan las ostras menorquinas o escupinyes gravades de Mahón (vocablo que deriva de shel, ostra). Al mismo tiempo los ingleses implantaron en Menorca la elaboración del gin, aguardientes de enebro y la pellofa, ginebra con corteza de limón, aperitivo típicamente menorquín.

Las materias primas utilizadas en las islas se inscriben en el ámbito geográfico del Mediterráneo: aceite de oliva, verduras, hortalizas, pescados y mariscos. Se cocina con manteca de cerdo y, sobre todo en Menorca, con mantequilla, cuyo uso introdujeron británicos y franceses. El cerdo es el ingrediente principal de especialidades tan características como la sobrasada y la ensaimada mallorquína. Luis Ripoll ha censado más de seiscientos platos autóctonos de las islas, entre los cuales figuran el cerdo asado al estilo castellano y el asado barroco relleno con huevos, pan, manzanas, ciruelas, especias y el hígado del propio animal. La cría del cerdo mallorquín, llamado cerdo negro, ha propiciado una amplia chacinería que comprende numerosos tipos de embutidos como el botifarró, la butifarra o varia negra, el blanquet, el camaiot entre los embutidos cocidos y la sobrasada, la llonganissa y el llom entre los curados. Estos productos son también utilizados en la cocina para platos como los huevos a la sollerica o al estilo de Sóller, fritos, dispuestos sobre sendas rodajas de sobrasada, también fritas previamente, y cubiertos con un puré de guisantes, zanahorias y puerros, antes de pasarlos por el horno. La sobrasada interviene también en la cocina dulce: se adereza con miel y se incorpora a la ensaimada. El gusto por la mezcla salado-dulce es característico de las Baleares. Con una salsa agridulce, la de granadas, se rellena la gallina o se acompaña la porcella, del mismo modo que se añade azúcar al condimento de un lomo de cerdo sofrito con manteca o se prepara con azúcar, miel, azafrán, canela y pimienta una greixonera o cazuela de arroz.

ESPACIOS NATURALES DE LAS ISLAS BALEARES
Fuente: Anuario El País 1991.
S’Albufera de Mallorca (1) 1.700 ha
Ses Salines de Ibiza (2) 1.180 ha
Mondrago (2) 860 ha
Sa Punta de N’Amer (2) 200 ha
Albufera d’es Grau (2) 68 ha
Barranc D’Algendar (2)
Cala Mitjana (2)
Costa de M. de Ciutadella (2)
Estrenc-Salobrar de Campos (2)
Sa Canova de Artá (2)
S’Estany d’es Peix (2)
Son Bou y Barranc (2)
Marina de Lluchmajor (2)
(1) Parque Natural
(2)Área Natural de Especial Interés

En el recetario balear destacan las especialidades a base de verduras, hortalizas y otros vegetales. Uno de los platos más populares son las sopas mallorquínas casi sólidas o secas, seguramente derivadas de la antiquísima sopa de coles. Se preparan con distintas clases de verduras y rebanadas de pan empapadas en el caldo de la cocción. El tumbet es una especie de pastel de patatas y berenjenas recubierto con salsa de tomates y pimientos. Las coles, la coliflor, los espárragos trigueros, la cebolla, los tomates, las alcachofas, los pimientos, las legumbres (judías o garbanzos) y la calabaza son elementos principales de gran número de recetas. En la preparación de ensaladas se emplean la lechuga, la escarola, la achicoria y la verdolaga.

El trempó es una ensalada hecha con tomates, pimientos verdes, cebollas, peras, manzanas, brotes de verdolaga y alcaparras con aceite, sal y, en algunos casos, vinagre. También se incluyen en este apartado los arroces, por lo general caldosos y azafranados, especialmente los ibicencos arroz seco, arroz con calabaza, arroz al horno con vegetales del tiempo y arroz brut con tordos. Además de las sopas secas, son muy populares las líquidas de pescado, carne o cocido; entre ellas la oliaigua, la sopa de rape ibicenca o las calderas y calderetas de pescado como la caldereta de langosta menorquina. Algunos de los productos del mar son característicos de las islas, como las esupiñas grabadas de Mahón, los dátiles de mar, las ortigas marinas, los peus de cabrit, las ostras de Cabrera y los raós. El recetario de cocina marinera comprende especialidades como el pescado en panadera, el mero con salsa de grevi y las arañas (Menorca); la burrida de raya o r aijada, las lapas a la marinera y el guisado de tortuga (Ibiza), y las greixoneras, los calamares rellenos y el anfós (mero) con salsa de vino (Mallorca).

En cuanto a las carnes, además del cerdo destacan las aves de corral y los animales de caza. Existen los escaldums de gallina rellenos con salsa de granadas, la pechuga de pavo con salsa de almendras, el papo de pavo y el pavo relleno. Y de los platos de caza hay que citar los tordos con leche, la liebre o el conejo encebollado, las perdices a la menorquina, las perdices de capellá y la capirotada de conejo elaborada con leche de almendras. Otro plato típico de la cocina balear son los viudetes (caracoles de terrenos de secano) y los bovers (caracoles de terrenos de regadío). Finalmente, en la repostería balear predomina la ensaimada (de saim, manteca de cerdo), pero también hay que destacar el tambó de metla, los dulces monjiles, los buñuelos de garbanzos, las berenjenas dulces, los hojaldres, los flaons de queso, los cocarrois y las oreites. [L.B.A.]

Armas

Escudo terciado en banda, trae de oro los cuatro palos de gules de Aragón y la banda de azur.

La bandera consta de las cuatro barras rojas propias de la Corona de Aragón sobre fondo amarillo, con un cuartel en el ángulo superior izquierdo que contiene la silueta del castillo o almudaina de Palma de Mallorca sobre fondo morado.


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